Hoy, que nos enfrentamos a los ingratos resultados de unas elecciones que nos dejaron con un sabor amargo, debemos reflexionar y enfrentarnos a la dura realidad que quedó de manifiesto este 28 de octubre: la gente está cansada de la politiquería. “Sí, digo politiquería, porque en eso se está convirtiendo la Política.
Miles de promesas incumplidas, grandes campañas con dineros que nunca se saben de dónde salieron, porque esos descomunales gastos no se condicen con el total de lo que en todos sus periodos estos personajes puedan llegar a ganar.
¿Vocación?, ¿Servicio público? Da que pensar y la verdad es que ya no somos tontos, sino ¿cómo se explica la baja concurrencia a votar? Pero, aunque este hecho es una muestra clara del descontento, también es prueba de la falta de educación cívica, del adormecimiento en que nuestro querido pueblo ha estado sumido durante todos estos años.
Porque la única forma de hacer valer nuestros derechos es con la herramienta más poderosa que se pueda tener: el derecho a decidir quienes nos representen y, por supuesto, nos gobiernen, ya que somos nosotros los que elegimos y los que luego debemos exigirles el cumplimiento de sus deberes, y, en la mayoría de los casos, de sus promesas.
Nuevamente, el próximo año nos veremos enfrentados a unas elecciones en que deberemos elegir a quienes nos representen ante el Parlamento y también a quien nos gobernará por cuatro años.
Por lo tanto, es de suma importancia que nos informemos, que conozcamos los proyectos de los futuros candidatos, la forma en que trabajan, la transparencia, la cercanía, qué piensan de las políticas sociales, y, a la vez, hacerles saber nuestras inquietudes, la necesidad que tenemos de una mejora real en la educación y en la salud, y más justicia.
No podemos seguir teniendo trabajadores que sean pobres, porque el que trabaja tiene que ganar un sueldo digno para poder suplir las necesidades básicas. Decirles que no estamos pidiendo nada, porque lo solicitado son derechos adquiridos que merecemos por el sólo hecho de ser personas, de ser chilenos.
Sí, tenemos que decidir qué es lo que deseamos para nuestro futuro y el de nuestros hijos, pero si nos quedamos en casa en el único momento en que realmente somos dueños del poder de decidir nuestros destinos y el de nuestro país, perderemos una vez más esa magnífica oportunidad.