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El abstencionismo electoral como un efecto del anacronismo

Por: Carlos Barrales.
               Venezuela, como partida, acaba de celebrar sus elecciones municipales con una altísima participación del electorado, pese a la feroz contra-campaña desplegada por los voceros del modelo neoliberal dentro y fuera de Venezuela. Y, los opositores del Presidente Maduro, copiando el ejemplo de los golpistas chilenos, habían escondido los alimentos para generar un cuadro de crisis alimentaria, que los votantes venezolanos replicarían con un voto de castigo. No obstante, aquellos ciudadanos votaron EN MASA, y casi todo el padrón electoral votó por los candidatos del chavismo.
               La derrota fue aplastante para la oposición venezolana. Aún se oyen los lamentos en Argentina, Chile, Colombia y EE UU.
               No hubo abstencionismo. ¿Por qué?… Porque quienes se sienten beneficiados por el Gobierno, la mayoría, quieren mantener ese estado de cosas. La revolución chavista está pensada para las grandes mayorías y éstas aman, valoran y  defienden su Gobierno. Hay una íntima conexión entre el electorado y sus políticos. Y punto.
               En Chile, en cambio, el abstencionismo es tema de moda (trending topic) en las redes sociales y en los medios de comunicación. Y, a partir de esa constatación, se unen a coro los pesimistas y los catastrofistas de turno. Unos culpan al voto voluntario; otros, a la falta de educación cívica y, otros, al desencanto de los electores por su sistema político; o la desconexión que se evidencia entre los políticos y los ciudadanos. Y, como corolario, la culpa es de los jóvenes.
               Difícil es determinar cuál es la causa de tanto abstencionismo. Yo creo que se trata de una combinación funesta de factores anti democráticos, de una tendencia que erosiona drásticamente el paisaje cultural de la política en Chile y que poseía como una de sus principales riquezas hasta la Dictadura.
               Ese largo período sin partidos políticos, sin Congreso y sin libertades, dejó un profundo vacío político en las generaciones posteriores. También, nuestro sistema electoral es un enemigo de la participación popular en las elecciones y eso lo captan con precisión científica nuestros millones de jóvenes inscritos.
               Lo captan y lo vomitan. Como también les resultan vomitivos nuestros modos de hacer política: con publicidad engañosa y millonaria y todo financiado por los contribuyentes…
               A esto hay que agregar la falta de confianza en la forma de contar los votos. Es en suma un sistema electoral deficiente que no entusiasma.
               Pero, antes que pase el tiempo suficiente para hacer una reflexión de fondo, se apresuran quienes -por desconocimiento complicidad- entrampan la discusión en una supuesta falta de interés del electorado o en un supuesto distanciamiento de la ciudadanía con la democracia.
               Mi percepción es que los analistas y entendidos –según  ellos mismos y sus discípulos- no están mirando el fenómeno con ojos limpios y mente abierta.
               Por ejemplo, cuando se dice -y lo repiten como loros los comunicadores carentes de ideas y reflexión-, que el electorado está mal porque no participa en las elecciones, se está confundiendo “Participación” con “Ir a votar”.
               Dicen que “hay que ir a votar”…  que así se hace democracia. Qué romántico.
               Lo que está pasando es que se busca torpemente hacer creer que sólo “yendo a votar” se participa en el proceso electoral. Como si sólo enviado cartas por Correos de Chile, se puede comunicar un mensaje a alguien.
               Pero a mi juicio eso es una falacia. Porque es el sistema electoral el que no está actualizado. Y, por ende, no entusiasma, porque no está a la altura de los métodos de participación modernos.
                Paradojalmente, a una parte importante del electorado, los denominados “jóvenes”, que son precisamente los más tecnológicos de la historia de Chile, se les ofrece la oportunidad de elegir a sus autoridades, pero se les ofrece como camino a esa decisión un método decimonónico, que consiste en “ir a votar”.
               Sin embargo, el dios mercado les ha puesto tecnológicamente al día, poniendo al alcance de cualquier niño o joven los maravillosos teléfonos “inteligentes”. Pero al parecer los mismos que los venden pretenden que sean usados preferentemente para cualquier función online, la de elegir por vía electrónica la adquisición de decenas de artículos y productos… menos, claro está, la elección de las autoridades, o sea, la cacareada participación electoral democrática… para eso “hay que ir a votar”:
               Hagamos un ejercicio diferente, que imaginemos un país que respetando el derecho de Ir a Votar… para los más románticos, también admita la opción de elegir por la vía electrónica, más a tono con los electores del siglo 21. Sin colas, sin tener sin incurrir en gastos ni molestias, ni interrumpir otra actividad tan respetable como estar republicanamente tumbado en alguna playa de la patria.
               El día que ello ocurra, se terminará con un Clic el abstencionismo, la mentada falta de participación y el supuesto desencanto con la política, y de paso también se desdibujará el escenario político y su contexto económico, tal como lo hemos conocido hasta ahora… la historia abierta a la libertad de elegir, o el miedo cerval a la libertad, en una faceta diferente.

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