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La detención por sospecha y la ignorancia de las partes

Por: Carlos Barrales Ortega.
               La reciente detención por sospecha de un reportero del Semanario Ruta 62 de nuestra Provincia de Marga-Marga, en momentos en que tomaba una foto al frontis del BancoEstado, es un acto discriminatorio y abusivo de la peor estofa. Trajo a mi memoria un acto similar, sólo que, en mi caso, la Ley vigente sí permitía ese tipo de atropellos a la dignidad de las personas.
               Recuerdo -y permítanme la digresión, pero el relato tiene importancia para conectar lo ocurrido recientemente con el periodista en Quilpué- que cuando el suscrito dirigía, reporteaba, fotografiaba, diagramaba, imprimía y distribuía el semanario “Primera Página” en las comunas de Limache, Olmué y Villa Alemana, recibí un aviso: estaban asaltando la Municipalidad limachina.
               Como medio local debía estar allí. Agarré mi Canon a rollos, obvio, 1998, y corrí a captar todo lo que se pudiera.
               Segundos antes de que llegara, se hallaban allí carabineros con equipos de fuerzas especiales, armados hasta las encías… Pensé que estaba ante una noticia nacional. Y no había ningún otro medio. Eureka!  Cáspita! La cueíta!
               Mientras subía a grandes trancos la escalera de acceso al segundo piso del tembleque edificio consistorial antiguo, aluciné con el titular y hasta vi en mi mente los regalos que haría con la plata de la venta de los ejemplares…
               De pronto, diviso tras el mesón de atención y junto al escritorio del Director de Obras a los carabineros apuntando con metralletas a dos sujetos desarmados y de cara contra la pared. Con la adrenalina a borbotones apunté con mi vieja Canon e hice varios clic y pasaba rollo, otro clic y pasaba rollo.
               En ese tiempo las cámaras no daban espacio al error. Había que tener mucha precisión para captar la cantidad de luz ideal, la velocidad justa del obturado, y encuadrar bien.
               Todo  a la vez y sin error. Las manos me temblaban. Sudaba desde la frente hasta los dedos. Llevaba unos 10 o 15 disparos con flash cuando alguien me ordenó, sin mucho protocolo ni diplomacia, que parara de tomar fotos, y es más, que le entregara el rollo…
               Bajé la cámara y advertí que era el teniente de Carabineros. Desde una esquina me daba órdenes como a un subalterno.
               Pasé de la emoción natural de un reportero pariendo una exclusiva, a la indignación progresiva y dominante que me producía sólo oír a un uniformado que me hablara en esa forma, más aún cuando nos conocíamos (es común la relación interesada entre prensa y policía).  Y fue ahí que me acordé del viejo truco del rollo falso. Llevar siempre un rollo velado, inservible, en el bolsillo.
               El oficial se abalanzó sobre mí y en una fracción de segundos cambié los rollos. Quiso arrebatarme la Canon pero no fue necesario. Tras hacer un pase de manos, se la entregué sin mucha oposición. Eso lo descolocó un poco. Pero lo tomó, lo miró, extrajo el rolo (falso)  y lo “veló”.
               Fue entonces que le recriminé su actitud. Y me acordé del viejo periodista Roberto Silva. Aparte de citarle de memoria la Ley de Prensa, no podía interferir en el desempeño de mi labor profesional.
               Mire, teniente, usted haga bien su trabajo que yo trato de hacer bien el mío. No interfiera, que yo no interfiero con el suyo.
               Pero el tipo estaba fuera de sí. Con ayuda de otro uniformado, al cual también conocía, me detuvieron y, junto con los sujetos del asalto, me bajaron hasta el carro policial.
               Todos para la 3ra Comisaría, mierda. Lo que hablamos con los asaltantes queda para otra ocasión.
               Una vez en la unidad policial exigí mi liberación. Hablé con el Comisario y tras escuchar las disculpas correspondientes, en minutos estaba de vuelta en la calle.
               Si el uniformado conoce la ley no pasará sobre ella. SI el reportero conoce sus derechos no puede dejarse atropellar.
               De todos los trabajos, el de la prensa es uno de los más importantes. Nada puede ni debe obstaculizar, bajo ningún pretexto, la labor valiente de la prensa libre e independiente.
               Cuando se pierde la libertad de expresión, se ha perdido la base de todas las libertades. Cuidémosla. Y cuidemos y respetemos a nuestros periodistas y reporteros locales que trabajan por amor a informar las cosas como son. Marga-Marga los necesita.

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