Por Guillermo Barra Arancibia, concejal de Villa Alemana e integrante de “La Quinta Pedalea».
Sin lugar a duda, en las últimas semanas ha quedado de manifiesto la precaria situación de movilidad dentro del Gran Valparaíso. El inicio de actividades presenciales desde marzo de este año, luego de dos en pandemia, y grandes atochamientos ha evidenciado las serias falencias existentes en el sistema de transporte de nuestra región, que respecto de quienes viven en Villa Alemana era la crónica de un problema anunciado.
En los últimos 40 años, Villa Alemana ha experimentado un crecimiento inmobiliario explosivo y carente de planificación, pasando de tener 55.000 habitantes en 1982 a acercarse a los 160.000 habitantes en la actualidad, siendo hoy una de las comunas más densamente pobladas de Chile. Este proceso de continuo crecimiento urbano no ha sido resultado de una planificación vial de la comuna, sino que es resultado de políticas públicas de corto plazo y que actualmente mantiene prácticamente las mismas calles de hace 40 años para el triple de población.
En relación al parque automotriz, en la región de Valparaíso se entregaron el último año 592.553 permisos de circulación, es decir, casi un tercio de los habitantes de la región se moviliza, al menos, en un automóvil. Además, según cifras de la Subsecretaría de Transporte, durante el mes de marzo hubo un 58% de aumento en el flujo vehicular matutino en nuestra región, en comparación con los mismos días de 2021.
Bajo ese escenario, puede comprenderse la magnitud de la crisis en el transporte público regional. La falta de planificación vial intercomunal y el explosivo aumento de vehículos en nuestras calles han propiciado una oportunidad en la que se han propuesto un sinfín de medidas a corto plazo para mejorar los tiempos de traslado, como el ingreso diferido en los recintos de educación, ampliar la convocatoria para conductores en el transporte público e incluso la implementación de una restricción vehicular a nivel regional.
No obstante, ¿cuándo abordaremos el problema de fondo? desde hace cien años nuestro país ha generado una lógica de movilidad basada en el automóvil, es decir, la adopción de decisiones de políticas públicas de transporte basadas predominantemente en el vehículo motorizado particular por encima de otras alternativas de movilidad como lo son peatones, usuarios del transporte o ciclistas, mermando de esta manera, el sentido público de una función estatal básica como asegurar el derecho a la movilidad a través de condiciones mínimas de dignidad en el transporte público.
Una ausencia en la planificación vial y la poca inversión en infraestructura de movilidad para transeúntes o ciclistas, favorece y perpetua el sitial del automóvil como el principal medio de transporte urbano, pese a que satura la movilidad de la comuna y contribuye en la emisión de contaminación acústica, visual y atmosférica.
Este paradigma termina siendo la base de los actuales problemas de congestión, inseguridad vial, contaminación acústica y atmosférica, fallecidos y lesionados graves, estrés en los desplazamientos, crisis de salud mental y a la larga, un desmedro en la calidad de vida de la población.
Por tanto, se hace fundamental a la hora de abordar las problemáticas del transporte focalizar la respuesta en soluciones sustantivas, un cambio de paradigma que avance hacia una ciudad a escala humana que piense una movilidad segura basada en los peatones y los “ciclos”. Mientras que no existan decisiones políticas coherentes con el problema diagnosticado, será más evidente la ausencia de un sistema de transporte que integre efectivamente toda la ciudad y que contribuya con una calidad de vida digna.
Con este enfoque de la micromovilidad no nos referimos a la caricatura de que las personas tengan que viajar de su origen a su destino únicamente en bicicleta. Sino que estructuremos un sistema intermodal de transporte, que combine los viajes en ciclos con el transporte público, que refuerce el rol de eje articulador que tiene el Metro en el Gran Valparaíso y que incentive el uso de la bicicleta. En el corto plazo, esto se puede lograr a través de la implementación de estacionamientos seguros en las estaciones de EFE y en las zonas céntricas de las ciudades de la región. Y, en un mediano plazo, se hace imperiosa la construcción de una red de ciclovías que permita la integración de la ciudad, a través de una movilidad segura, que se sostenga en una planificación vial definida en distintos niveles de poder y articuladas entre sí, evitando el desgaste de esfuerzo en soluciones puntuales o aisladas.
Necesitamos la elaboración de un Plan Maestro de Gestión del Tránsito con enfoque en la micromovilidad de manera articulada entre las comunas del Gran Valparaíso. Especialmente en el caso de Villa Alemana y Quilpué que, siendo una conurbación de 227.000 habitantes, favorecería la elaboración de propuestas más eficientes y focalizadas en el bienestar de quienes se movilizan entre las comunas y desde ellas hacia otras.
Finalmente, es absolutamente necesario un dialogo abierto y transparente entre todas las instituciones, públicas o privadas, que puedan contribuir con la mejora del sistema de transporte de nuestra comuna. De esa manera, distribuyendo los roles y esfuerzos, al tiempo que se defina una línea de acción clara y coordinada en materia de movilidad, desde el nivel central hacia las entidades subnacionales, como una municipalidad.
En tiempos de crisis climática es urgente cambiar el paradigma de movilidad, evitando la contribución que la locomoción colectiva actual y los automóviles generan en los niveles de contaminación acústica, visual y atmosférica provocada por el automóvil y en resumen, constituye una oportunidad valiosa para repensar nuestras ciudades a escala humana. Sobre todo, en ciudades como Villa Alemana, absolutamente pedaleables casi en su totalidad y donde actualmente tenemos 0 kilómetros de ciclovías construidas. Debemos diseñar las soluciones a los problemas de transporte y vialidad que padece la ciudad desde el peatón y el ciclista, consolidando un transporte público coherente con las demandas por una mejor calidad de vida, creando ciudades sostenibles, más amigables y felices.