Cultura

Musas habitan Casa del Árbol de Carlos Böker Huber en Viña del Mar

A siete años del fallecimiento del destacado y enigmático académico de la Universidad de Playa Ancha y de UNIACC, la casa en terraza de 11 pisos aún embellece parte de Chorrillos, esperando convertirse en centro cultural y patrimonio de la región.

A pocas cuadras de la Quinta Claude, en calle Abtao y por el cerro hasta Peumo se extiende la “Casa del Árbol”, del  recordado académico, periodista, documentalista y dramaturgo, Carlos Böker Huber; bautizada así por los propios vecinos del sector, debido a su peculiar forma de construcción, que motivó en su momento varios reportajes e inspiró a muchos estudiantes de Arquitectura y otras carreras.               

El doctor en Filosofía, profesor de Periodismo de la Universidad de Playa Ancha y docente del Doctorado en Comunicación de UNIACC, luego de recorrer el mundo, se instaló en Viña del Mar durante el año 1960, en una pequeña casa que se fue agrandando con los sueños de los visitantes y del propio dueño, que dibujó en cada rincón un lugar y un país distinto. De esta forma, el agua tiene su propio recorrido por las terrazas, desde el cielo de la casa hasta el suelo de la vereda que sigue bajando hasta el plan.

LA CASA

Es así que cuenta con una gran biblioteca, pinturas, objetos que rememoran la historia de Chile, pequeños espacios íntimos y acogedores, lugares especiales para la producción de arte, mosaicos, escaleras; todo sujeto por los pájaros, que nos transporta al universo flotante de Valparaíso.

A siete años de la muerte de Carlos Böker, su hija Fatima Nadia se ha autodesignado la cuidadora de este patrimonio regional, que por falta de apoyo aún no ha sido reconocido oficialmente, sin embargo ya es parte de la identidad de Chorrillos.

 “Esta casa era su chiche. El año 1973, (mi padre) tuvo que salir de Chile y estuvo exiliado por 10 años. Regresó en los ochenta, y esta casa funcionó un tiempo como centro de interrogación, así es que tiene una historia muy fuerte. Cuando él regresó, encontró todo arruinado, los muebles, todo, con una onda bien obscura. Él no quiso darse por vencido y empezó a embellecer la casa, a hacer un homenaje a la belleza”, indica Fatima.

Añade que cuando ella regresó de Europa, en 1998, su padre la fue a buscar al aeropuerto. “Entonces, en el auto, desde el aeropuerto hasta Chorrillos –yo no conocía la casa- empecé a hablar y manifestarle: sabes qué, papá, cuando uno se muere, uno se va a un lugar en el cielo donde puedo hacer una casa como yo quiero. Mi padre me miró y empezó a sonreír… Y voy a hacer una casa que estará en las alturas, que tenga vista por aquí y por allá, con campanitas de viento y con agua, y mi padre empezó a sonreír más y más, y más. Y, cuando llegué, me di cuenta que mi padre ya había hecho la casa que yo le describía”, manifiesta emocionada.

EL ANHELO

Carlos Böker Huber, en vida, soñó la casa como un santuario; una entidad viva que homenajeara a quienes murieron y un lugar de encuentro para la comunidad completa. Es algo que tiene muy claro la musa que acompaña a Fatima, que recorre y juega por las terrazas, que danza por las escaleras cada día y cada noche.

El legado del profesor cruzó las aulas magnas y académicas, los grandes conciertos, los incontables eventos culturales y presentaciones en las que participó, para dejar una herencia de conocimiento, experiencias, patrimonio e identidad para la Quinta Región y Chile.

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