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Oscar Sanhueza, paramédico de Prehospitalaria de Hospital de Quilpué: “Estoy convencido que siempre puedes dar más y seguir adelante en tiempos buenos y malos”

Òscar Segundo Sanhueza Henríquez, de 52 años, es paramédico de la Unidad de Emergencia por más de 30 y hace más de diez años que cumple funciones en la Prehospitalaria del Hospital de Quilpué. Su vida ha transcurrido como trabajador sanitario del Servicio Público, una vocación que comparte con su compañera de vida también paramédico, y que ha cumplido con orgullo, a sabiendas del significado que genera su trabajo para tantos pacientes y familias en los momentos más difíciles y dolorosos de sus vidas.

Comenzó su trayectoria muy joven, como auxiliar de servicio de Laboratorio, y de otras unidades como Medicina y Cirugía, pero al corto tiempo ganó una beca en el Hospital para preparase como paramédico, desempeñándose desde entonces en la Unidad de Emergencia y los últimos años como paramédico de Prehospitalaria.

“Me siento tranquilo, he obtenido muchas satisfacciones como servidor público, siempre ligado a la salud, hoy con una actitud diferente, mirando la vida de otra forma porque tuve la pérdida de una hija que marcó mi existencia, lo que me ha hecho mirar el trabajo desde otra perspectiva. Uno va aprendiendo con el tiempo y cada día que pasa se va adquiriendo conocimientos y sabidurías. Estoy convencido que siempre puedes dar más, y hay que seguir hacia adelante en tiempos buenos y malos porque es la carrera que uno eligió”.

Oscar recuerda dos episodios que lo marcaron en su vida laboral, ambos relacionados al Terremoto del 2010, y que lo hacen pensar en la gran cantidad de liderazgos positivos de las instituciones entre trabajadores que no ostentan ningún cargo jerárquico. “En el Hospital y a nivel país no estábamos preparados para este tipo de eventos, nosotros siempre listos para actuar ante emergencias médicas, pero no para desastres de esta envergadura. En el Hospital de Quilpué trabajaba en el Comité Paritario, y con la Prevencionista de Riesgos, vimos la posibilidad de conformar el COE, de tal manera de generar monitores e interventores que nos permitiera contrarrestar cualquier emergencia y tener la comunidad funcionaria preparada. Me di cuenta que la gente sin tener cargos jerárquicos se podían transformar en líderes”.

El otro episodio a raíz del Terremoto 27/F fue un viaje de diez días a Talcahuano, para ayudar a la población siniestrada. “Fue muy triste porque parecía que estábamos en una zona de guerra.  Había dolor humano, mucha gente enferma, nos dimos cuenta que nuestro país no estaba preparado para este tipo de emergencias, y conocí a un funcionario que era auxiliar de servicio de Hualpén que formó a los equipos de trabajo con los que comenzamos a trabajar. Me di cuenta que se podían hacer cosas, no teniendo cargos importantes, uno podía planificar e impulsar acciones en beneficio de las personas. Mi aporte fue un grano de arena ante la dimensión de las necesidades, pero que me llena de satisfacción el haber tenido la oportunidad de hacerlo”, expresó.

Nuevas generaciones

“Cuando se es trabajador sanitario y comienzas a trabajar muy joven, maduras rápidamente. Tuve que tomar responsabilidades a muy temprana edad porque estas delante de la vida de las personas y adquieres un rol importante dentro de la familia de ese paciente y dentro de la comunidad, eso te hace madurar. Con el tiempo y la experiencia he podido desenvolverme sin ningún problema pese que ha habido conflictos que vamos a tener siempre. Me siento grato aunque pudiéramos tener mejores condiciones, pero nada se consigue de la noche a la mañana”, dice Oscar convencido.

En esta conmemoración del Día del Trabajador sus palabras fueron dirigidas a las nuevas generaciones de trabajadores sanitarios. “No tenemos una cajita de pandora para tener todas las herramientas, y debemos pensar a quienes tenemos delante nuestro, los pacientes que pueden ser nuestros familiares. En este nuevo Día del trabajador, me gustaría hacer un llamado a recuperar el trabajo en equipo, generar un cambio en las nuevas generaciones. Uno debe ser empático porque trabajamos con las dolencias y el dolor ajeno, y tenemos mucho que entregar, no sólo nuestros conocimientos, sino también una contención, una palabra, el buen trato, además de estar preparados para entregar la mejor respuesta posible”.

Cristina Rojo Contreras, paramédico de Neonatología con 47 años de servicio: “Quiero disfrutar lo que tengo y lo que me llena, lo que me hace latir el corazón que es mi trabajo”

Cristina del Rosario Rojo Contreras, Paramédico de Neonatología, tiene 47 años de servicio en el Hospital de Quilpué y se ha convertido en la funcionaria con mayor trayectoria en el recinto hospitalario al cual llegó a los 17 años, siendo solo una alumna en formación por el Servicio Nacional de Salud en Valparaíso.

“Llegué como alumna tras el Golpe de Estado del 73, directamente al Servicio de Maternidad. Tuve que aprender rápidamente en tiempos extremadamente difíciles. Aun no siendo una paramédico titulada, debimos  trabajar bajo las ventanas, recibiendo los partos en silencio, una etapa extrema que viví cuando tenía 17 años.  No me di cuenta cuando ya era una funcionaria de la Maternidad y continué hasta el día de hoy”.

La Historia del Hospital de Quilpué es también la historia de Cristina que ha sido testigo de los cambios experimentados por el establecimiento con el paso de los años, pero que para esta funcionaria, de alma y corazón de servicio, han sido etapas rápidas, una tras otra, que la tienen en un camino que dice se acabará “cuando Dios y la posibilidad de seguir aportando lo pueda”.

“Tengo varios terremotos en el cuerpo en este hospital, me he visto en la tarea de yo brindar tranquilidad a mis compañeras, porque tengo el convencimiento que este edificio, que ha soportado varios sismos de gran intensidad, seguirá intacto”. Así también recuerda la dramática experiencia de haber servido como paramédico en la Tragedia de Queronque. “Me tocó vivir el impacto del choque de trenes de Queronque. De todos los servicios sacaron personal para acudir a la emergencia y me tocó el tren donde estaban pasajeros que debían ser traslados al hospital traumatológico que estaba en Valparaíso. Fueron momentos muy impactantes y escenas que nunca he podido olvidar”, recuerda.

Pero la vida en el hospital, en medio de un servicio como Maternidad, trajo muchos momentos de enorme satisfacción y también de gran camaradería. “Recuerdo que en una oportunidad fui Reina del Hospital cuando Maternidad y todos los servicios daban una dura batalla por ganar la competencia. Bailábamos, nos disfrazábamos, compartíamos, eran otros tiempos del Hospital”.

Hace ya unos años, Neonatología se separa de Ginecología y Obstetricia, y Cristina pasa a formar parte del nuevo servicio, aunque siempre ligada a la Maternidad. “En la mater estoy a cargo de recibir al recién nacido luego de las primeras atenciones que realiza la matrona. Estoy con el papá o familiar significativo que acompaña a la puérpera, para tomar el ciclo vital del bebé, bañarlo y vestirlo, hasta que es llevado hasta la sala donde está su madre y se inicia la lactancia materna”.

Partir no está todavía en sus planes

“Hace un tiempo me tocaba partir y comencé a informarme para la jubilación. Pero tuve un problema de salud que me obligó ausentarme por un tiempo y sentí la ausencia de mi servicio. Estaba lista para irme, solo faltaba mi firma y me arrepentí. No me importó no recibir el dinero que significaba el incentivo al retiro. Siento que todavía estoy bien, vigente y quiero seguir disfrutando hasta que Dios los diga. Los costos familiares los viví hace mucho tiempo, porque trabajé para mis dos hijos que hoy son profesionales y están haciendo sus vidas. Ahora quiero disfrutar lo que tengo y lo que me llena, lo que me hace falta, lo que me hace latir el corazón que es mi trabajo”.

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